Casi todos los días vemos cielos azules en nuestro Desierto Chihuahuense, pero en nuestra luna, que no tiene atmósfera, el cielo es negro. Fuera de la atmósfera de la tierra, la oscuridad del espacio sólo es interrumpida por pequeños puntitos de estrellas lejanas y por el disco solar. La luz blanca de nuestro sol en realidad está compuesta por todos los colores del arco iris, y cada color tiene una longitud de onda diferente.
En la tierra vemos el cielo azul porque la molécula promedio de
nuestra atmósfera es justo del tamaño necesario para esparcir la luz azul
en nuestra dirección. Cuando la contaminación contiene muchas
partículas de polvo y escombros, todas las longitudes de onda del sol son
esparcidas hacia nosotros, volviendo el cielo más blanco o gris. Estas
partículas pueden provenir de los escapes de los automóviles, de las
fábricas, de los incendios o quizá de las tormentas de aire. Si quiere
medir usted mismo el nivel de contaminación de estas partículas, mire
hacia el cielo. ¿Es de un color azul brillante e inmaculado o de un gris
tenue?
Colaborador: Florence E. Schwein, Museo Centennial, Universidad de Texas en El Paso.
El Diario del Desierto es una coproducción del Museo Centennial y KTEP, Radio Nacional Pública en la Universidad de Texas en El Paso.
Lado izquierdo: El cielo azul del desierto de Chihuahua sobre las montañas Franklin de Trans-Pecos, Texas (fotografía por Arthur H. Harris). Lado derecho: Contaminación que se encuentra atrapada por la inversión de temperatura, El Paso, Texas. Vista de frente del cerro Cristo Rey (fotografía por Scott M. Cutler).
Traductores: Richard R. Ford y Genny Mooser.