| A finales de la década de los veintes los Boy Scouts estaban explorando una extinta fumarola en el sur del estado de Nuevo México, en el campo volcánico del Cráter de Aden. Cerca del fondo de esta fumarola, de unos 30 metros de profundidad, encontraron el esqueleto completo de un perezoso de Shasta, del tamaño de un oso y parcialmente enterrado en guano de murciélago. Sin duda alguna, el animal se había tropezado, quizás en la obscuridad, cayendo por la pequeña abertura en la superficie. Al estudiar las heces fecales del perezoso, los científicos pudieron determinar qué alimentos habían constituido su última comida. Aún más fascinante era el hecho de que en el esqueleto se conservaban pedazos de piel, pelo, y otros tipos de tejido que fueron preservados por el guano y la resequedad de nuestro desierto chihuahuense. La sola presencia de estos materiales hizo especular que la extinción de esta especie tenía que haber ocurrido hace tan sólo algunos siglos. Sin embargo, muchos años después, la datación por medio del carbono 14 reveló que la muerte del perezoso se había producido hace más de 11,000 años.
Colaborador: Arthur H. Harris, Laboratorio de Biología Ambiental, Universidad de Texas en El Paso. El Diario del Desierto es una coproducción del Museo Centennial y KTEP, Radio Nacional Pública en la Universidad de Texas en El Paso.
El perezoso de Shasta, redibujado de Lull, 1929.
Lull, R. S. 1929. A remarkable ground sloth. Memoir, Peabody Museum, Yale University, 3, pt. 2:I-x+1-39.
Stock, C. 1992. Rancho La Brea, A Record of Pleistocene Life in California. Seventh edition (revised by J. M. Harris). Museo de Historia Natural del Condado de Los Angeles, Science Series, no. 37, 113 págs.
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